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a mayoría de las personas pueden coincidir en que la palabra “trauma” se ha convertido lentamente en un elemento recurrente de nuestras conversaciones cotidianas. Algunos foros profesionales incluso argumentan que la palabra se está sobreutilizando, malinterpretando y trivializando en la sociedad moderna. Desde la perspectiva de salud mental, esto puede ser bastante problemático, especialmente cuando es difícil diferenciar entre el trauma real y las dificultades ocasionales o la incomodidad general.

Dra. Tania Rodríguez Sanfiorenzo, catedrática auxiliar del programa graduado en Consejería Psicológica.

«estos eventos alteran el sentido de seguridad de una persona»

Como psicóloga licenciada especializada en trauma, es crucial comprender que las experiencias traumáticas pueden surgir de una variedad de situaciones, cada una única según la percepción y los mecanismos de afrontamiento del individuo. Mientras que algunos eventos traumáticos pueden ser universalmente reconocidos, como los desastres naturales o los actos violentos, otros pueden ser más sutiles y subjetivos. El trauma, definido como una experiencia profundamente angustiante o perturbadora, abarca un espectro de manifestaciones que se originan en diversas fuentes. Identificar las situaciones que pueden causar trauma es fundamental para comprender sus ramificaciones y adoptar intervenciones efectivas.

Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, Quinta Edición (DSM-5), los trastornos relacionados con el trauma incluyen condiciones como el trastorno de estrés postraumático (PTSD, por sus siglas en inglés), el trastorno de estrés agudo y los trastornos de adaptación. Las experiencias traumáticas pueden incluir, pero no se limitan a, desastres naturales, agresiones físicas o sexuales, exposición a combates, accidentes, pérdida repentina de un ser querido o presenciar actos de violencia. Estos eventos alteran el sentido de seguridad de una persona, provocando miedo intenso, impotencia o terror, como se describe en los criterios del DSM-5 para el PTSD.

Si bien es imposible predecir con certeza quién desarrollará un trauma después de una situación que amenaza la vida, ciertos factores de riesgo aumentan la vulnerabilidad. Factores individuales como la exposición previa a traumas, condiciones preexistentes de salud mental, la falta de apoyo social y los mecanismos de afrontamiento pueden aumentar la probabilidad de desarrollar síntomas relacionados con el trauma. Además, la naturaleza y la gravedad del evento traumático, incluida su amenaza percibida, duración y proximidad, influyen en la probabilidad de experimentar un trauma. Sin embargo, no todas las personas expuestas a un trauma desarrollarán un trastorno diagnosticable. La resiliencia y el crecimiento postraumático, caracterizados por estrategias de afrontamiento adaptativas, apoyo social y flexibilidad cognitiva, juegan un papel crucial en la mitigación del impacto de las experiencias traumáticas.

«proporcionar intervenciones oportunas y adecuadas es fundamental»

Puerto Rico es un claro ejemplo de este fenómeno. Varios desastres naturales han impactado profundamente al país, incluidos los huracanes Irma y María en 2017, los terremotos en 2020 y los desafíos continuos exacerbados por el cambio climático. Estos eventos catastróficos han afectado significativamente a la población, perturbando vidas, infraestructura y comunidades. Sin embargo, es esencial entender que no todos los puertorriqueños afectados por estos desastres desarrollarán trastornos relacionados con el trauma, como el PTSD. Por lo tanto, si bien Puerto Rico ofrece un claro ejemplo del fenómeno del cambio climático y sus desafíos, no es correcto asumir que todos los puertorriqueños han sido traumatizados por estos eventos. Algunos pueden, de hecho, experimentar síntomas relacionados con el trauma que requieren intervención profesional, mientras que otros pueden demostrar resiliencia y estrategias de afrontamiento adaptativas a pesar de la adversidad que han enfrentado. Reconocer esta diversidad de respuestas subraya la importancia de intervenciones y sistemas de apoyo personalizados que reconozcan las diferencias individuales y promuevan la recuperación y la resiliencia dentro de las comunidades afectadas por desastres.

En el período inmediatamente posterior a un evento traumático, proporcionar intervenciones oportunas y adecuadas es fundamental para mitigar el desarrollo de consecuencias psicológicas a largo plazo. Enfoques basados en la evidencia como la primera ayuda psicológica (PFA, por sus siglas en inglés), habilidades para la recuperación psicológica (SPR, por sus siglas en inglés), intervenciones cognitivo-conductuales y la desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares (EMDR, por sus siglas en inglés) han demostrado ser eficaces para reducir la angustia y prevenir la aparición de síntomas de TEPT. La PFA se centra en proporcionar apoyo práctico, seguridad y consuelo a las personas en crisis, enfatizando la importancia de establecer una relación de confianza, escuchar activamente y validar las emociones. Las técnicas cognitivo-conductuales tienen como objetivo desafiar creencias desadaptativas, reducir conductas de evitación y promover habilidades de relajación para abordar recuerdos intrusivos y síntomas de hiperactivación característicos del trauma.

«la intervención temprana y los enfoques basados en evidencia pueden ser de gran ayuda»

Varios factores deben tenerse en cuenta al implementar intervenciones tempranas para sobrevivientes de trauma a fin de optimizar su efectividad y minimizar posibles daños. En primer lugar, garantizar la seguridad y la estabilización es la prioridad, abordando las necesidades físicas inmediatas y proporcionando un entorno de apoyo que favorezca el procesamiento emocional. En segundo lugar, las diferencias individuales, incluido el contexto cultural, la etapa de desarrollo y el estilo de afrontamiento, deben informar la selección y adaptación de las estrategias de intervención. En tercer lugar, la colaboración con equipos interdisciplinarios, incluidos profesionales en medicina, trabajadores sociales y recursos comunitarios, puede mejorar la atención integral y atiender necesidades multifacéticas. Además, considerando los factores sistémicos y socioecológicos que contribuyen al trauma, las intervenciones deben ser culturalmente sensibles, informadas en trauma y accesibles a poblaciones diversas.

La intervención temprana ofrece una oportunidad para mitigar el impacto a largo plazo del trauma y promover trayectorias de recuperación. Al abordar los síntomas de manera oportuna y proporcionar a las personas de habilidades de afrontamiento y redes de apoyo, las intervenciones tempranas pueden prevenir que la angustia y el deterioro funcional asociados con los trastornos relacionados con el trauma se agraven. La investigación indica que el acceso oportuno a tratamientos basados en evidencia reduce significativamente el riesgo de PTSD crónico y facilita la remisión de los síntomas. Además, intervenir temprano fomenta estrategias de afrontamiento adaptativas, resiliencia y crecimiento postraumático, permitiendo a las personas darle sentido a sus experiencias, fortalecer las relaciones interpersonales y recuperar un sentido de agencia y propósito.

En resumen, es fundamental que los profesionales y los estudiantes de nivel graduado reconozcan la gravedad del trauma y el impacto que puede tener en la vida de una persona. Aunque no hay dos experiencias iguales, la intervención temprana y los enfoques basados en evidencia pueden ser de gran ayuda para que las personas se recuperen. La empatía, la comprensión y el apoyo de los seres queridos y los profesionales de la salud mental pueden ser invaluables en el proceso de sanación. Trabajando juntos, podemos crear un mundo donde los sobrevivientes del trauma no solo puedan sobrevivir, sino también prosperar.

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