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a pandemia del COVID-19 ha generado cambios que han afectado todos los sectores de nuestra sociedad. Ante este panorama, el nivel de afrontamiento de la población se ha puesto a prueba para poder lograr una adaptación adecuada a las nuevas exigencias sociales y retos que nos ha traído esta crisis. La población en etapas del desarrollo entre la niñez y la adolescencia es especialmente vulnerable, debido a que los entornos en los que se desenvuelven se han alterado. Esto no se limita al confinamiento por la pandemia. Va más allá, trastocando la pérdida de la cotidianidad la cual involucra rutinas diarias que le brindan a esta población un sentimiento de seguridad y estabilidad. De igual manera, su desarrollo cognitivo, académico y socio-emocional se ha visto afectado, provocando en algunos casos bajas en notas, conductas más desafiantes, necesidad de socializar, entre otros.
A consecuencia de estos cambios, la vida estudiantil ha sido dirigida de manera forzosa a modalidades no tradicionales. Estudiantes de todos los niveles se han tenido que adaptar a una nueva educación a distancia de la cual no necesariamente se sientan beneficiados, dada la falta de recursos tecnológicos en sus comunidades y hogares. Por otra parte, los estudiantes que reciben servicios de educación especial se encuentran en riesgo de verse marginados debido a los cambios en las provisiones legales sobre la modalidad en los servicios a los cuales tienen derecho según la ley ADA (Americans With Disabillities Act) y la ley ESS (Every Student Succeeds Act). Esto puede tener repercusiones a corto y largo plazo ya que las terapias son esenciales en el desempeño de los estudiantes y no recibirlas por periodos prolongados de tiempo puede resultar en la pérdida de destrezas ya trabajadas.
De igual manera, podemos inferir que la población que recibe los servicios de educación especial está más vulnerable por las dificultades que enfrenta con el sistema escolar. Una de esas dificultades es la falta de adiestramiento adecuado para servicios de tele-terapia con poblaciones de educación especial. De otro lado, anteriormente todos los servicios que se ofrecían a esta población eran completamente presenciales, por lo que el reajuste de modalidad de servicios ha afectado a muchos estudiantes pertenecientes a esta población.
Según la Asociación Nacional de Psicólogos Escolares (NASP por sus siglas en inglés) existe una gran preocupación, no solo por la continuidad de los servicios de educación especial, sino los procesos de evaluación para identificar la elegibilidad para los mismos debido a la situación de la pandemia. Además, se ha hecho hincapié en la manera en que se van a atender las dificultades académicas del estudiantado, destacándose la necesidad de intervenciones dentro del salón de clases con el fin de apoyar a esta población para evitar que el rezago esperado por la situación siga aumentando. Esto implica que los psicólogos escolares debemos trabajar mano a mano con los maestros y personal escolar para implementar estrategias socio-emocionales y de instrucción que beneficien a todos los estudiantes.
Esto implica que debemos estar preparados para atender una crisis de salud mental en esta población la cual se podrá manifestar en el salón de clases una vez comiencen de manera presencial, en los servicios provistos y en el hogar. Por esta razón, apoyar las necesidades de salud mental y social-emocional de los estudiantes es fundamental durante este tiempo. Es aquí donde el rol de los psicólogos escolares cobra mayor importancia.
De igual manera, no podemos olvidar que es sumamente importante que los cuidadores velen por el mantenimiento de rutinas, hábitos saludables y proporcionar los apoyos necesarios (tanto académicos como emocionales) para que una vez se retorne a su rutina anterior se logre una mejor integración y los estudiantes recuperen su funcionamiento habitual (Barlett, 2020). El grado de impacto dependerá de varios factores, entre ellos la edad del niño, los recursos de sus padres, condiciones de salud mental preexistentes y zona geográfica.