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urante la última década del pasado siglo 20 vimos los mayores adelantos de todos los tiempos sobre el conocimiento científico del cerebro. En ese contexto, se consolidó el concepto de “Brain Sciences” (Ciencias Neurales en español) para denominar la disciplina que se conformó de varias corrientes: las Neurociencias (afectivas, cognitivas y sociales), la Neurología, la Neuropsiquiatría y la Neuropsicología. El gobierno de los Estados Unidos dio a conocer este período como “La Década del Cerebro” y priorizó la inversión en la consolidación del conocimiento acumulado hasta aquel momento histórico sobre la estructura y el funcionamiento del cerebro. Además, se invirtió en el desarrollo de nuevos proyectos de investigación encaminados al entendimiento de otras funciones y circuitos cerebrales complejos. En este amplio contexto científico se adelantó el conocimiento sobre los circuitos de temor y de ansiedad, sobre la neurofisiología de la depresión y de otros trastornos psicopatológicos, incluyendo la patofisiología de las condiciones neurodegenerativas o demencias.
Con ese mismo impulso, los profesionales de la conducta adelantamos considerablemente nuestro entendimiento de muchas de las condiciones del neurodesarrollo. Por ejemplo, aumentamos nuestro entendimiento de los trastornos de la atención y de la hiperactividad (TDAH). De hecho, los trabajos del doctor Russell Barkley y de otros investigadores nos ayudaron a desarrollar una comprensión más amplia y profunda del rol de las funciones ejecutivas en la regulación de la atención, la motivación, la emoción, y sobre todo, la conducta. Se concluyó que el TDAH es un síndrome de desregulación.
Asimismo, se aceleró el estudio científico de los Trastornos del Espectro Autista (TEA). Estos redundaron en el desarrollo de una amplia gama de intervenciones tempranas para contrarrestar las deficiencias en el procesamiento de información (canalestecia), las limitaciones en el desarrollo y funcionamiento de la cognición social (asociabilidad), las restricciones en los intereses y las conductas estereotipadas que caracterizan el síndrome. Existen al presente modelos teóricos que proponen métodos eficaces para atender las alteraciones asociadas a esta condición.
Otra área que ha recibido abundante atención durante las pasadas décadas es el trauma. Desde las primeras publicaciones del doctor Bessel van der Kolk, las exploraciones neurocientíficas, neuropsicológicas y psicológicas de la doctora Rachel Yehuda, hasta la articulación del Trastorno del Desarrollo por Trauma (DTD, siglas en inglés) del doctor Julian Ford junto a van der Kolk, nuestro entendimiento de esta condición aumentó dramáticamente. Ahora, podemos explicar mediante los procesos de epigenética cómo se convierte una experiencia de trauma en un trastorno de estrés (PTSD). Sabemos sobre las variables del neurodesarrollo que predisponen a una persona a sufrir subsiguientemente y en repetidas ocasiones, el impacto psicofisiológico de los eventos traumatizantes. Se desarrollaron también diversos tipos de intervenciones clínicas basadas en evidencia, para atender a personas con PTSD, DTD, o con Trauma Complejo.
Los métodos de evaluación neuropsicológicos han aumentado su validez ecológica gracias a las abundantes líneas de investigaciones en neuropatología que utilizan fMRI, PET Scan y otras técnicas neurodiagnósticas. En resumen, la neuropsicología clínica dejó de ser una ciencia hipotética para convertirse en una ciencia más precisa que sabe lo que busca y lo que evalúa a través de sus instrumentos de medición.
En consideración a estos grandes avances y su utilidad para los profesionales de la conducta, la Universidad Albizu inició recientemente el primer programa post graduado en Neuropsicología en Puerto Rico, lo que constituye un avance histórico y pionero para la institución. Este programa de maestría ofrece a profesionales de la psicología adiestramiento en las competencias básicas de la neuropsicología contemporánea y técnicas de evaluación e intervención neuropsicológica que le permitirán desempeñarse eficientemente en diversos contextos sociales y laborales. El currículo, diseñado para completarse en un año, se ofrece completamente en línea, con componentes sincrónicos y asincrónicos que le permiten al profesional aprender y practicar, a través de simulaciones, técnicas de evaluación neuropsicológica, diagnóstico e intervención. El programa está dirigido a psicólogos profesionales licenciados en Puerto Rico o en otras jurisdicciones, y no provee un adiestramiento conducente a licenciamiento independiente como psicólogo o a una subespecialidad como neuropsicólogo clínico en Puerto Rico o en los Estados Unidos. La Universidad Albizu dio este paso pionero para proveerle a profesionales la oportunidad de conocer e implementar el nuevo conocimiento desarrollado por las Ciencias Cerebrales y en particular, la Neuropsicología.