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uando comenzó la pandemia del COVID-19, las autoridades de salud pusieron en marcha un esfuerzo monumental para educar a la sociedad sobre las estrategias de prevención que se tenían que adoptar para reducir los riesgos de exposición y contagios. Así, vimos como el mundo se paralizó y se aisló. Las personas comenzaron a utilizar mascarillas, a lavarse sus manos con mayor frecuencia y a promover el distanciamiento físico.

Dra. Tania Díaz, psicóloga clínica y profesora de la Universidad Albizu, Recinto de Miami.

Mientras se daba esta batalla para frenar el crecimiento de la pandemia, había otro gran reto de salud creciendo exponencialmente, y hoy vemos los resultados: la salud mental de muchas personas se ha deteriorado como consecuencia de este evento, y vemos como esto se refleja en un aumento en lo que se conocen como trastornos afectivos que afectan el estado de ánimo de las personas. “Las autoridades continúan recopilando datos. Aún antes de que comenzara la pandemia debemos reconocer que los trastornos afectivos, como lo son la ansiedad y la depresión, eran los trastornos mentales más comunes en los Estados Unidos. Pero las estadísticas se han disparado como secuela de la pandemia, el aislamiento y la limitación de recursos que hemos vivido,”, explicó la Dra. Tania Díaz, psicóloga clínica y profesora de la Universidad Albizu, Recinto de Miami.

“Somos seres sociales y esto presenta un reto. Los trastornos de salud mental siempre han estado, pero ahora se han agravado.”

Ya en el verano de 2020, datos de una encuesta realizada por los Centros para el Control de Enfermedades reflejaban que el 31% de la muestra estaba reportando síntomas asociados a la depresión y la ansiedad, y 13% había aumentado su uso de sustancias o medicamentos. Más alarmante aún, 11% reportaba haber experimentado pensamientos suicidas. Estos datos comenzaron a validar lo que los expertos sospechaban: la pandemia había amplificado los problemas de salud mental.

“Sabemos que uno de cada cinco individuos experimentará algún trastorno de salud mental en su vida y esto no ha cambiado”, aclaró la Dra. Díaz, quien añadió que, desde antes de la pandemia, aproximadamente 10 millones de personas en Estados Unidos padecían de algún trastorno de salud mental. “Pero somos seres sociales y esto presenta un reto. Los trastornos de salud mental siempre han estado, pero ahora se han agravado”, añadió al hacer referencia a como las circunstancias particulares de muchos individuos y familias exacerbaron las dinámicas de convivencia. Esto, combinado a otras variables como el padecimiento de condiciones pre-existentes, el uso o abuso de sustancias, y la saturación de información, abonan a que el cuadro se complique.  

“Normalizar la experiencia es extremadamente importante.  Hay un gran estigma asociado a la salud mental”

Ante este cuadro, ¿cómo debemos reaccionar? Más aún, ¿cómo podemos ayudar? En primer lugar, hace falta un cambio de enfoque. “Debemos comenzar a hablar de higiene mental en vez de enfermedades mentales. Nadie quiere estar enfermo. Así que hay que promover el cuidado de nuestra higiene mental de la misma manera que cuidamos nuestra higiene física. Tenemos que enfocarnos en la prevención”. Cuidar la higiene mental no se refiere a otra cosa que el autocuidado que nos debemos a nosotros mismos, con acciones simples como cuidar nuestra dieta, tener tiempo adecuado de descanso, saber delegar y decir que no, contar con un sistema de apoyo, entre otras acciones.

“Algunas personas tienen la capacidad de identificar sus estresores y manejarlos. Pero algunos síntomas de la ansiedad y la depresión pueden opacar esa capacidad.” Por eso cobra mayor relevancia lo que podemos hacer como individuos para ayudar a las personas que nos rodean. Una señal importante es cuando la persona comienza a actuar fuera de su carácter habitual. Así, podemos identificar síntomas como aislamiento, irritabilidad, sueño por falta de descanso, cambios en el patrón de alimentación, falta de concentración o memoria, y dificultades para cumplir tareas. La combinación de estas señales y el hecho de que no sean típicas del comportamiento nos puede dar una idea de la severidad del problema. “Cada persona es única. Por eso, los trastornos afectivos como la depresión y la ansiedad se pueden manifestar bien diferente de persona a persona”.

Otro reto que hay que superar es el estigma.  “Normalizar la experiencia es extremadamente importante.  Hay un gran estigma asociado a la salud mental”, añadió la Dra. Díaz, quien también es Coordinadora Clínica para la Universidad Albizu.  Para superar esta barrera, se puede utilizar una táctica simple: identificar modelos a seguir (role models) asociados a los intereses de la persona y presentárselos como ejemplos que no están exentos de sufrir un trastorno de salud mental.  “Si la persona es fanática del deporte, podemos hablarle de las experiencias de Naomi Osaka y Michael Phelps.  Si es una persona más joven, podemos traerle el ejemplo de Lady Gaga, o si es alguien más adulto traerles la experiencia de Bruce Springsteen.  La idea es que la persona vea que es algo que le puede pasar a cualquiera”.

Así, podemos tender puentes de comunicación, acercarnos y dejarle saber al otro que estamos abiertos para tener una conversación sobre salud mental. Asimismo, podemos asistir a la persona en el proceso de encontrar apoyo y conectarla con recursos. Otras recomendaciones son acompañar a la persona en el proceso, motivarlos en su recorrido, e involucrar la familia y amigos para crear un sistema de apoyo. “Como le explico a mis estudiantes, hay que ser humanos primero, y terapistas después”, afirmó Díaz. “Mientras más practiquemos higiene mental, lograremos movernos a un enfoque más proactivo, preventivo y social.”

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