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on personas. No son deambulantes. No son vagabundos.Cada persona que vive sin hogar en cualquier parte del mundo tiene una historia, que puede ser la historia de cualquiera. Necesitan lo mismo que usted, pero no lo tienen.

“La gente piensa que sinhogarismo es únicamente la persona que duerme en el banquito en la plaza, el que duerme en un edificio abandonado, pero la realidad es que es mucho más complejo.”

Una parte importante de los esfuerzos para atender el problema de las personas sin hogar busca ayudar a entender que no es una situación ajena a nosotros. El doctor Juan Nazario, profesor del Programa de Doctorado en Psicología Clínica de la Universidad Albizu, explica que es un problema más amplio de lo que se piensa. “La gente piensa que sinhogarismo es únicamente la persona que duerme en el banquito en la plaza, el que duerme en un edificio abandonado, pero la realidad es que es mucho más complejo. Una persona sin hogar puede ser una persona que tiene una vivienda pero no tiene los elementos como agua, luz, etc. Puede ser quien está en un albergue de transición, como una víctima de violencia doméstica en un albergue se considera persona sin hogar en ese periodo de tiempo. Igual, la persona que duerme en el carro o en cualquier lugar que no está apto para pernoctar y que no va a favor del elemento de dignidad del ser humano.”

El concepto se ha ampliado para tomar en cuenta factores que han hecho vulnerables a diversos sectores de la población, como explica Josué Maysonet, director ejecutivo de la Fondita de Jesús, entidad que lleva 36 años atendiendo necesidades básicas de personas sin hogar. “Siempre está el concepto de las personas que son desempleadas, que han perdido su vivienda por diferentes razones, personas con situaciones de abuso de sustancias, víctimas de violencia de género, personas que han sido rechazadas en sus familias por ser de la comunidad LGBTQIA+. Sin embargo, han surgido unos nuevos perfiles dentro del sinhogarismo. Vemos este proceso de gentrificación en el área metropolitana, donde ha habido una escasez de vivienda y una inflación en los costos de arrendamiento. Igualmente pasa con las utilidades, que al aumentar significativamente conlleva que esta persona no pueda costear estos gastos y termina estando en la calle.” También se miran ahora las nuevas necesidades que enfrentan los adultos mayores, indica Maysonet.  “La pandemia, la salud mental y las necesidades básicas de esta población los ha llevado a un abandono, ya que aunque tienen un techo, no es un lugar seguro, y terminan en la calle, no están siendo atendidos por sus familiares ni por ninguna agencia en particular. “

El doctor Nazario advierte que es importante revisar las políticas públicas para hacerlas cónsonas con la realidad del sinhogarismo, que ahora se busca atender como un problema de falta de acceso a un hogar seguro, o carencia de necesidades básicas. Por eso, también evitan usar el término “deambulante” y se busca educar para vencer mitos. “Puede tener una connotación estigmatizante porque la gente lo puede asociar con palabras que son despectivas, como por ejemplo, antes se usaba mucho vagabundo. Estamos hablando de un fenómeno mucho más complejo. Hay elementos particulares que pueden llevar a cualquiera a esa experiencia de sinhogarismo, por lo que preferimos moverlo a un lenguaje más inclusivo y de más  dignidad, y de justicia social”, explica el doctor Nazario.

“Es bien importante darle un espacio a los estudiantes que están en proceso de formación para que puedan entender a las poblaciones vulnerables.”

Desde la Universidad Albizu se han trabajado en proyectos diversos de formulación de política pública y se han hecho alianzas con entidades de base comunitaria para educar acerca del sinhogarismo. Pero también se desarrollan esfuerzos de servicio directo con los estudiantes. “Es bien importante darle un espacio a los estudiantes que están en proceso de formación para que puedan entender a las poblaciones vulnerables. Hace 7 años creamos Recinto Solidario que es una organización donde los estudiantes se adiestran con modelos salubristas para trabajar con personas en situación de calle y su interseccionalidad. Esto implica personas con problemas de salud mental, de salud física o problemas de abuso de sustancias. Los estudiantes se adiestran con ese modelo y trabajamos estrategias de reducción de riesgo. Es un elemento de transformación, no solamente para las personas que reciben nuestros servicios, sino también para nuestros estudiantes,” explica el doctor Nazario.  Dalmary Mirabal forma parte de la iniciativa, y la describe en términos simples: “es ver aquellas necesidades que ellos requieren, y nosotros vamos con ellos, en lugar de ellos ir al sicólogo, el sicólogo va a donde ellos se encuentren.”

Todos coinciden en que hay mucho trabajo por delante, para atender incluso las necesidades más urgentes. “Tendemos a pensar que un techo va a solucionar todos sus problemas”, dice el director de La Fondita de Jesús. “La realidad es que la persona sin hogar se trabaja de manera independiente con necesidades que se van identificando. Se necesitan estructuras para ubicar estas personas, pero que a su vez haya acompañamiento en los servicios, atención de necesidades y de su salud mental. También hace falta más sensibilidad de las estructuras gubernamentales y mayor colaboración de los hospitales y los sistemas de seguridad. Hace falta educación a todos los niveles.” Por eso, la Fondita de Jesús ha ampliado sus esfuerzos para llegar a comunidades en riesgo, ya que aun cuando las personas tienen un techo “no sabemos si es un espacio seguro.  A veces es meramente desconocimiento que tenga esta persona de sus derechos, a qué agencias puede llegar, qué puerta puedo tocar”, explica Joanly Rodríguez, directora de Programas de Desarrollo Comunitario de La Fondita de Jesús.

Para educar hay que visibilizar

Por eso, la Universidad Albizu y la Fondita de Jesús unieron esfuerzos recientemente para presentar a la comunidad Vehículos y Puentes, una colección de carritos de compra que llevan símbolos, objetos e historias reales de personas que han estado en la calle y han iniciado el camino a la reintegración. Los carritos son una creación del artista José Luis Vargas, en una colaboración entre el Museo de Arte y Diseño de Miramar y la Fondita de Jesús.

“Vehículos y Puentes surge de este proyecto maravilloso del Programa de Justicia Social y Equidad de la Fondita de Jesús, que trabaja con asuntos de política pública que ayuden a las personas vulnerables. Nuestros participantes, los cuales llamamos los oradores de la calle, trabajan la educación en diferentes foros para llevar el mensaje de que ‘yo estuve en la calle, pasé todas estas vicisitudes y logré a través de alianzas, de la Fondita de Jesús y otros recursos, integrarme nuevamente a la comunidad’”, cuenta Maysonet. 

Para empezar a comprender esta problemática es necesario entender que nadie está en la calle porque quiere. Pero también hay que reconocer que puede pasarle a cualquiera. Así lo explica el doctor Nazario: “Cualquiera de nosotros puede (tener) un elemento de vulnerabilidad en algún punto de nuestras vidas que nos ponga en frágil y pudiéramos tener un primer episodio de sinhogarismo. Estamos en un momento histórico en Puerto Rico, por la cuestión económica, el Covid-19, cinco años sufriendo crisis sociales que tienen reflejo a nivel sicológico, problemas de acceso a servicios de salud y vivienda, y esto nos pone en una situación de vulnerabilidad. La realidad es que cada uno de nosotros pudiera estar en riesgo, y por eso es tan importante que la ciudadanía en general pueda entender lo que es sinhogarismo y podamos todos y todas aportar a tratar de disminuir este fenómeno.”

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