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a cultura de Estados Unidos ha sido descrita como un cultura propensa a la violencia sexual (Rozee, citado en Chrisler & Ferguson, 2006).  La cultura de la violencia sexual se define como una cultura en la que la violencia de género prevalece y es alentada por las actitudes sociales y los medios de comunicación que perpetúan los mitos y excusan el comportamiento sexualmente violento.  Investigaciones sugieren que aproximadamente el 18% de las mujeres han sido víctimas de violación o agresión sexual en algún momento (Tjaden & Theonnes, como se cita en Needle, 2020).  La prevalencia de la violencia sexual puede ser aún mayor, ya que las víctimas pueden ser reacias a revelar su historial de violación o agresión sexual, y algunas víctimas pueden no considerar que la violación en citas, la violación por personas cercanas o la violación en el contexto marital caen dentro del alcance de la agresión sexual (Walker, 1994).  Muchas víctimas de violación cumplen con los criterios de diagnóstico para el trastorno de estrés postraumático (PTSD por sus siglas en inglés).  Cuando se consideran los diagnósticos asociados de trauma (es decir, trastornos alimentarios, trastornos por uso de sustancias, trastornos afectivos, trastornos disociativos), el impacto psicológico de la violación se vuelve aún más profundo. 

Las actitudes culturales que respaldan los mitos de la violación y alientan la culpabilización de la víctima se han asociado con resultados negativos entre las víctimas de violación y agresión sexual (Walker, 1994).

La estigmatización, la vergüenza, el temor a no ser creída y la victimización secundaria son ejemplos comunes de actitudes culturales que impiden la recuperación de la víctima de violación (Shiraldi, 2009).  Las víctimas que son rechazadas y se les hace creer que son responsables del evento traumático tienden a experimentar una angustia psicológica más significativa que las víctimas en las que la autoculpa no es un factor (Walker, 1994).  Numerosos estereotipos culturales perpetúan la culpabilización de las víctimas y contribuyen a la estigmatización de las víctimas de violación.  El consumo de alcohol de la víctima, por ejemplo, se usa comúnmente como un punto para desacreditar su experiencia (Needle, 2020).  Por el contrario, las víctimas que usan más fuerza física para alejar a su atacante son vistas como más creíbles (Needle, 2020).

Además, según la teoría de atribución defensiva de Shaver, cuanto más diferente es la víctima, más se culpa a la víctima (Needle, 2020).  Como resultado, las mujeres de minorías étnicas o racionales, las mujeres que participan en comportamientos de riesgo (es decir, promiscuidad, consumo excesivo de alcohol) o las mujeres de bajo nivel socioeconómico pueden ser más susceptibles a la estigmatización.  Mitos como la “Hipótesis del Mundo Justo” que pretenden que el mundo es generalmente un lugar justo, por lo que, si una mujer es violada, probablemente se lo merecía, sirven para dar al público la ilusión de seguridad y control (Needle, 2020).  Desafortunadamente, estos mitos culturales son falsos, dañinos y psicológicamente dañinos para las víctimas (Walker, 1994). 

Las víctimas cuya credibilidad es cuestionada y que son sometidas a victimización secundaria después de una violación o agresión sexual también enfrentan impedimentos significativos durante la recuperación (Shiraldi, 2009).  La victimización secundaria ocurre cuando las personas cuyo trabajo es proteger y ayudar a las víctimas terminan infligiendo más daño psicológico (Shiraldi, 2009).  La policía, los abogados y los médicos hacen esto cuando cuestionan la credibilidad de la víctima y no toman en serio sus preocupaciones (Shiraldi, 2009).  En los Estados Unidos, por ejemplo, los kits de violación se dejan rutinariamente sin procesar, lo que resulta en un profundo retraso y despoja de un proceso de cierre y justicia a las víctimas.  Las actitudes de ambivalencia con respecto a la violación y la agresión sexual prevalecen entre los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley.  Además, los oficiales de la policía y los abogados tienden a cuestionar rápidamente la credibilidad, los motivos y la credibilidad de la víctima, especialmente si estaba intoxicada durante la violación. De otro lado, los médicos que desestiman, minimizan o descartan las quejas de la víctima aumentan su riesgo de experimentar más angustia psicológica y complican su recuperación (Shiraldi, 2009).

La violación y la agresión sexual son, sin duda, algunas de las peores formas de trauma en términos de angustia psicológica y prevalencia.  Sin embargo, las actitudes culturales que sirven para culpar, estigmatizar y descartar a la víctima contribuyen significativamente al impacto psicológico general de la violación (Shiraldi, 2009).  Se ha demostrado que las víctimas que culpan a factores externos en lugar de a sí mismas tienen mejores resultados de recuperación que las víctimas que se culpan a sí mismas (Walker, 1994).  La investigación demuestra que los mitos y actitudes culturales refuerzan la tendencia de la víctima a sentirse responsable del evento (Walker, 1994).  Como se dijo, los mitos de la violación son falsos, pero ampliamente aceptados entre el público en general.

En consecuencia, las creencias culturales perpetúan el estigma y, en última instancia, perjudican a las víctimas de violación y agresión sexual. 

El único remedio es cambiar la narrativa de que las víctimas son responsables y responsabilizar propiamente a los perpetradores de agresión sexual.  Esto ocurre a nivel social cuando los medios de comunicación dejan de glamorizar o excusar la agresión sexual.  A nivel individual, el cambio ocurre cuando las personas rechazan activamente los mitos de la violación, los estereotipos de género y trabajan para corregirlos diariamente.  Es importante que las actitudes culturales con respecto a la violación y la agresión sexual cambien para que cuando una violación ocurra, la víctima esté protegida de daños mayores. 

Referencias

Chrisler, J. C., & Ferguson, S. (2006). Violence against Women as a Public Health Issue. Annals of the New York Academy of Sciences, 1087(1), 235–249.

Needle, R. (2020, February 12). Sexual Assault & Rape: Theories; Psychological Impact of Acquaintance, Marital, & Stranger Rape; Legal Prosecution; & Rape Crisis Teams. Fort Lauderdale, Florida, United States of America.

Shiraldi, G. R. (2009). Ch.4: Frequently Asked Questions. In G. R. Shiraldi, The Post-Traumatic Stress Disorder Sourcebook: A Guide to Healing, Recovery, and Growth (2nd ed., pp. 38–47). New York: McGraw-Hill.

Walker, L. E. (1994). Rape and Sexual Assault. In L. E. Walker, Abused Women and Survivor Therapy: A Practical Guide for Psychotherapists (pp. 23–53). Washington, D.C.: American Psychological Association.

Sobre la autora

Sarah Lesser tiene una Maestría en Ciencias de la Universidad Albizu, Recinto de Miami y actualmente realiza estudios de doctorado en el Departamento de Psicología.

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