Dr. Alberto Avilés Muñoz, DHSc, CCC-SLP, patólogo del habla y catedrático auxiliar del Programa de Patología del Habla del Centro Universitario de Mayagüez de la Universidad Albizu

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iferentes condiciones fisiólogicas pueden provocar que un paciente tenga dificultad, o se vea imposibilitado físicamente para completar el proceso de tragar un alimento. En otros casos, puede haber circunstancias psicológicas que entorpezcan el proceso de tomar los alimentos. El doctor Alberto Avilés Muñoz, DHSc, CCC-SLP, patólogo del habla y catedrático auxiliar del Programa de Patología del Habla del Centro Universitario de Mayagüez de la Universidad Albizu, explicó a Albizu Magazine por qué es determinante para los especialistas poder tener un cuadro integral de la condición física y mental de un paciente con este tipo de trastorno.

Es importante entender la diferencia, explica el doctor Avilés Muñoz, “porque hay dos vertientes de desórdenes de la alimentación, y no todos los desórdenes de la alimentación son disfagia. La disfagia en gran medida involucra que haya interrupción del paso del alimento por causas neurológicas, orgánicas o mecánicas del bolo alimenticio a través del tracto, que puede ser la boca, la garganta o el esófago. Esos elementos marcan las etapas del tragado, desde que se lleva el alimento a la boca, pasando por la masticación. Cuando ese proceso de tragado no puede completarse, se trata de un caso de disfagia, que puede ser multifactorial. Los factores causantes pueden ser espolones en las cervicales, o espondilosis cervical, pacientes que han sufrido accidentes cerebrovasculares, o desórdenes progresivos neurológicos como Alzheimer, demencia o mal de Parkinson.”

Un caso distinto es el que tiene que ver con etiologías psicogénicas, entiéndase por eso, una enfermedad o trastorno producido por factores psicológicos o emocionales. Explica el doctor Vélez Muñoz que en estos casos, “hablamos de desórdenes de la alimentación, y para atender estos desórdenes se trabaja con ciertos aspectos de la alimentación. Se puede ver este tipo de desorden en niños con deficiencias en el desarrollo, o por ejemplo, un paciente con demencia que no reconoce que tiene que comer y rechaza o escupe los alimentos, porque su estado cognitivo no le permite participar del proceso de alimentación. También hay otro tipo de desórdenes de la alimentación que se trabajan desde la psicología, como pueden ser la anorexia, la bulimia, o niños que solamente ingieren alimentos que no aportan valor nutricional.” Ese tipo de conducta en niños se trata como un posible trastorno de alimentación, pero no necesariamente se considera un caso de disfagia, desde la óptica médica.

“Un diagnóstico de disfagia en la actualidad implica que hay un problema en las capacidades mecánicas orogénicas, es decir, la posibilidad física de masticar y tragar un alimento”

“Es lo que comúnmente conocemos como el niño mañoso, porque se solía ver como un problema de mala conducta, y en otros tiempos incluso se dejaba al niño sin comer para disciplinarlo. Pero se ha descubierto que hay niños con problemas de procesamiento sensorial que los llevan a sentir aversión o resentimiento a ciertas comidas, o se rehúsan a comer porque no toleran la consistencia o la textura de algunos alimentos.  Este puede ser el caso de niños y jóvenes con autismo, que en ocasiones muestran alto nivel de selectividad con la comida.” abunda el doctor Vélez. Ese tipo de desorden, indica el galeno, es un desorden de alimentación, pero no es un caso de disfagia en el sentido estricto del término. Un diagnóstico de disfagia en la actualidad implica que hay un problema en las capacidades mecánicas orogénicas, es decir, la posibilidad física de masticar y tragar un alimento.

El experto en desórdenes de tragado añade que “si partimos de la premisa de que alimentarse es un proceso sensorial y motor, que cubre el aspecto del sabor, la textura, la temperatura y los efectos motores para poder tragar, se puede  concluir que muchos de estos pacientes tienen un desorden de alimentación. Pero no se reconoce hasta ahora una disfagia sensorial.”

El doctor Vélez Acosta explica también que en el caso de estos niños, hay que determinar si el trastorno de alimentación puede afectar su desarrollo. “En ese punto es cuando interviene un patólogo del habla y se ofrece terapia para que el niño pueda aceptar diferentes consistencias y texturas de alimentos, para que aprenda a tolerarlas y pueda aumentar la gama de alimentos que ingiere. También se presta especial atención cuando este tipo de desorden de alimentación coexiste con desórdenes del desarrollo, como puede ser Síndrome Down o distrofias musculares.”

El doctor Vélez Acosta destaca que hay que analizar el historial médico de la persona para identificar la causa de los problemas del tragado, y determinar si hay un trastorno físico o si se deben examinar circunstancias piscológicas. “En determinados casos se pueden efectuar evaluaciones por parte de especialistas para determinar si hay un problema con el tragado o la alimentación. Un psicólogo verá el caso con crisoles distintos. Pero para diagnosticar disfagia se usan pruebas instrumentales, como la evaluación endoscópica que mira la etapa faríngea del tragado, y que se utiliza tanto en niños como en adultos. También existe un tipo de prueba llamado video fluoroscópico de la deglución, que se practica en coordinación con un radiólogo y un patólogo del habla. En esta se utiliza comida colorizada con algún método de contraste para obtener radiografías que permitan ver el proceso de deglución, para que el patólogo del habla haga un informe de los hallazgos.”

“La terapia integral que atienda los problemas físicos y la condición emocional es lo más recomendable”

El especialista señala, no obstante, que tanto en el caso de las personas con disfagia como aquellos que sufren desórdenes de alimentación, el apoyo psicológico puede ser necesario para atender los efectos que la dificultad para comer puede generar en la salud emocional.

“Hay que entender que el proceso de alimentación es una función básica de los seres humanos, y es también una razón para socializar en numerosos contextos. En pacientes con disfagia es importante atender el aspecto emocional, ya que la dificultad que tienen para comer puede llevarlos a desarrollar una aversión a alimentarse en entornos públicos. Muchas personas con estos trastornos optan por no ingerir alimentos en entornos de socialización. Para esos casos se ofrece apoyo psicológico además de la terapia de patología.” De igual forma, explica el especialista, la terapia para personas con desórdenes de alimentación se puede ofrecer a personas con problemas para alimentarse cuya causa no está directamente relacionada al tragado. “Por ejemplo, hay personas que han perdido extremidades, o son pacientes de Parkinson, que no pueden agarrar un cubierto o enfrentan mucha dificultad para hacerlo. Para estas personas la experiencia de comer puede ser en extremo complicada, y prefieren no hacerlo en público. Ya se está desarrollando tecnología como cubiertos electrónicos para asistir en el proceso, pero eso se considera otro desorden de alimentación y en ese tipo de casos también se ofrece terapia ocupacional y puede ser recomendable el apoyo psicológico.”

La terapia integral que atienda los problemas físicos y la condición emocional es lo más recomendable en estos casos, tanto en aquellos cuyo origen sea un trastorno físico, como en aquellos en que se trate de un desorden de alimentación con causas psicológicas o derivadas de otras condiciones. No obstante, a manera de reflexión, el doctor Vélez afirma que “todavía hay mucho espacio para la investigación acerca de la correlación entre la disfagia y los componentes psicológicos, y hay demasiado por estudiar y entender. Porque el idioma del psicólogo es distinto al del patólogo.” A lo que se debe aspirar, afirma el especialista, “es a que el psicólogo entienda la visión y el alcance del patólogo y que el patólogo a su vez entienda la visión del psicólogo.” Lograr esa mayor visibilidad es lo que permitirá establecer vínculos y un esfuerzo colaborativo que redunde en un mejor entendimiento de estas condiciones. Esto permitirá desarrollar opciones de tratamiento y terapia comprensivas que atiendan diferentes aspectos para mejorar el bienestar de las personas.

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